Wiki Biblioteca de la Libre Ficción
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-¡Campesino!.- Grité desde el camino que estaba algo mas elevado que las zonas laterales.-¿Esos hombres le están dando problemas?.- Tras decir eso me giré hacia ello viendo como dos hombres, armados con puñales y vestidos con ropas sucias y algo rotas se escondían tras el campesino, que tenía un ojo morado y algunos cortes.

-¡Caballero por favor, tiene que salvarme de estos asesinos!.-  Uno de los canallas tiró al suelo el anciano campesino. Aunque el casco que cubría toda mi cabeza cara incluida, entrecerré los ojos y me dispuse a bajar la pequeña cuesta. Con la mano en la empuñadura de mi espada que reposaba enfundada en mi cintura me dirigí poco a poco a los bandidos. El primero cargó contra mi a pleno grito y empuñando un pequeño hacha de madera y una daga. Di un paso hacia la izquierda esquivando su carga, tiempo mas que suficiente para desenfundar mi bendecida arma y dar una estocada en la espalda del bandido, atravesándole y sepárandole de mi espada con una patada. Me giré para ver como el otro bandido mantenía una posición "defensiva" muy nervioso, temblando y caminando poco a poco atrás.

-¡Bandido, te dejaré con vida si me haces una promesa!.- Dije de mientras caminaba hacia el, apartándole la mano donde sostenía la daga. El la dejó caer al saber muy bien con quien trataba: Un templario de la sagrada orden del santa Anna.

-Claro mi señor.....Pero por favor dejeme vivir le prometo que buscaré un trabajo digno, no volveré a beber y jamás haré daño....- Dijo el bandido entre lagrimas.

-No es a mi a quien tienes que suplicar. Me ayudarás a llevar al campesino a su pueblo, le cuidarás hasta que esté recuperado, y en el caso de que intentes algo...- Dije inclinandome hacia el, pues era mucho mas alto que el.- Vendré a por ti.

Unas horas después....


-Bandido,¿estás seguro que este es su pueblo?.- Dije en un tono amenazante y inquisitivo. 

El asintió varias veces de mientras cargaba a peso  el carro donde había trigo y el campesino reposaba herido.-Lo es mi señor,me crié aquí y podría saber como llegar aquí aunque me faltasen los ojos.- Aseguró el bandido.

-Muy bien, quiero que le preguntes a alguien el hogar de este campesino, no seas estúpido y no digas que lo has herido tu si no te preguntan. Ten una vida digna, yo ahora emprendo la búsqueda de.....Una posada.- Dije en un tono gracioso mirando al bandido, el sonrió un poco pero se le notaba que le ponía nervioso estar conmigo.

Recorría el pueblo ne busca de alguna posada o taberna donde hospedarme, pero la gran acumulación de personas cada vez que me acercaba al centro del poblado era mayor, desde luego la gente del norte sabía celebrar fiestas. Hombres y mujeres bebían y cantaban celebrando que su caudillo había salido victorioso contra orcos que atacaban constante estas tierras. En especial los niños y los guardias me miraban especialmente asombrados por mi yelmo, del que salía de la parte superior un plumaje rojo que decaía, igualmente la tela que  cubría todo mi torso y estaba sobre la armadura de mallas de acero era rojo y en el centro, al nivel del estomago, se podía ver el símbolo de mi casa noble: Un Grifo sosteniendo una espada en su pico. 

Tras un rato caminando pude observar como en una taberna justo a mi derecha se habría la puerta, de esta salia un hombre que cayó al suelo con una jarra en la mano y acabando en un charco de barro. Desde luego esa taberna iba a ser acogedora....

Tras entrar en la taberna pude observar como lo que parecía un montón de soldados y damas bebían y bailaban a son de las canciones de un ritmo fuerte que tocaban los bardos, aunque me fije muy bien en los instrumentos que tocaban jamás había visto algo así en mi vida. Uno parecía ser un Laud, pero mas largo y ancho de mientras que otros dos bardos  tocaban algo así como una bolsa de cuero con flautas incrustadas. El sonido era fuerte, la voz del cantante cruda y gutural pero tenía algo especial que llenaba mi cuerpo de alegría. Me dirigí hasta el camarero que despechaba jarras de cerveza tras la barra, levanté la visera de mi yelmo y procedí a hablar :

-Soy el caballero Alexander, de la dinastía Saerimners.- Tras decir eso el camarero me dedicó una sonrisa de mientras me preparaba una jarra de cerveza, dejándola delante de mi.

-¿Aunque descendiente de los primeros reyes del norte?. Vaya, hace mucho que no veía un caballero del sur.- Dijo de mientras se apoyaba en la barra.- Supongo que vendrá a reclamar sus tierras y batirse a algún duelo.- 

Negué con la cabeza tras beber algo de esa cerveza negra.- Me temo que no, me he criado en un feudo al sur del reino del Norte. Vengo a  jurar lealtad al caudillo Vanir, recuperando así las tierras de mi padre y devolviendo así a las futuras generaciones sus raíces nórdicas.- Tras decir eso dejé una moneda de oro en la barra lo cual provocó una gran felicidad en el tabernero.-Si me lo permite, iré a mi habitación a descasar.- 

El tabernero llamó a una de las camareras la cual me acompañó hasta mis aposentos. Esta al enterarse de mi sangre noble intentó varias veces coquetear conmigo hasta el punto de ofrecerme ayuda a la hora de quitarme la armadura. Aunque en otras circunstancias le hubiese dicho que si ahora me venía mejor una dama digna con honor que una fulana que cuando me durmiese se llevase mi oro. 

La noche pasó rápido en aquella cama, aunque los ruidos de música y borrachos eran fuertes y constantes había sido un día demasiado largo como para disfrutar de ello. Aunque era cierto que había reclamado estas tierras no era por oro, avaricia o gloria. Hace pocas semanas una carta llegó a la capilla donde solía ayudar a peregrinos y refugiados, se trataba de una boda, mi boda. La hija de Vanir había cumplido los diecisiete años, edad donde una muchacha en el norte podía contraer matrimonio. El caudillo Vanir confiaba en mi destreza como guerrero y noble como para dirigir en un futuro sus tierras. 

Un cálido rayo de sol que parecía emerger de entre los agujeros daba directamente a mi rostro, lo que terminó por levantarme. Pasó unos minutos hasta que salí de la habitación, con mi armadura ya colocada por lo que me dirigí a la sala descomunal donde algunas camareras charlaban entre ellas o llevaban platos a los pocos paisanos, ya no tan revueltos y que hablaban alegremente. Como hice la noche anterior me dirigí a la barra, a lo que me atendió una camarera de hecho era la misma que me acompañó anoche hasta mi habitación. Ella no me paraba de hablar sobre su descendencia pues un antepasado suyo había sido uno de los nobles caballeros nórdicos que luchó contra los invasores del reino de hielo, por lo que ella presumía de que era una fertil nórdica y que sus vástagos serían grandes guerreros. Puede que tuviese razón, o que eran patrañas para que la preñase y viviese de mi como un parásito, pero por mi mente solo pasaban las ideas de como sería la joven con la que me casaría. 

Tras unos minutos conseguí comerme el trozo de cordero a pesar de la tabarra que daba la camarera, únicamente dejé una moneda de oro a lo que ella me respondió con un guiño y insistiendo sobre "aprovechar que había pagado una habitación". Tras salir de aquella taberna llena de hospitalidad nórdica me dirigí hacia el fuerte donde el caudillo Vanir me esperaba. Ahora había mucho menos gente que el anterior día por lo que guardias y paisanos me miraban mas curiosamente, preguntandose si sería un templario o un caballero como el de los cuentos y historias para niños. 

Finalmente y tras unos vente minutos de caminata conseguí llegar al portón de madera, lugar custodiado por varios  guerreros fuertemente armados. 

-Atrás caballero del sur, únicamente los señores del norte pueden tener una audiencia con el gran caudillo Vanir.- Dijo uno de los guardias, dando un paso al frente y mirándome de arriba a abajo. Miré de derecha a izquierda para luego clavar mi mirada en el guardia, por algunos segundos pensé que decir pero dado que eran guerreros dle norte, negociar con la palabra no era lo mas debido. Lleve mi mano a la cintura lugar donde mi cinturón tenía colgando varias bolsas de cuero y hilo, de una de ellas tras registrar un poco saqué una nota, dandosela al guardia. Este se quitó su casco nórdico (cual llevaba viseras que cubrían los ojos y toda la frente y negada algo a la vista. Este de dio cuenta que estaba hablando con el futuro Jarl de estas tierras, por lo que de un grito ordenó a sus hombres que abriesen el portón.

Dos guardias me acompañaron por los pasillos de madera de la fortaleza hasta llegar a una gran puerta de hierro, custodiado por dos  guardias que la abrieron tras vernos llegar, en su interior una sala descomunal donde dos grandes mesas de banquete ocupaban gran parte de esta, mientras que al fondo se podía ver el trono de madera donde el caudillo Vanir me esperaba, acompañado por su esposa y varios guerreros que por su apariencia parecían ser los mejores guerreros que habría visto en mi vida, pero esperemos que sea algo mas que una apariencia. Ande hasta el final de la subiendo unos escalones que me dejó a muy corta distancia de los grandes nobles de estas tierras. Hice una reverencia y al levantar me quité el yelmo.

-Mis señores, soy el caballero Alexander, descendientes de los primeros Then y guerrero del camino de la Santa Anna, nuestra señora de la piedad.- Vanir me miró, tocando son su dedo indice la larga barba que llegaba hasta su pecho, la longitud de su barba solo era superado por la de su pelirrojo cabello. Inlcuso sentando mi señor Vanir era una gran figura, su estatura era aproximada a los dos metros diez, algunos centímetros  mas grande que yo.  El rondaría los cincuenta años de mientras que su esposa tenía tan solo treinta años, ella medía un metro 70 o algo así, iba vestida con un largo vestido que no dejaba ver los pies debido a su longitud.

-Caballero Alexander, es un placer que haya conseguido llegar sano y salvo. Como veo por su armadura has absorbido sin problemas la cultura del sur....-Dijo el reprochándome que mi armadura era muy diferente a la de un guerrero nórdico real.-En cambio se muy bien que eres un gran soldado, por lo que eres uno de los dos aspirantes dignas de mi hija.- Dijo el de mientras que su esposa parecía sonreir orgullosa por su hija. 

-Mi señor,¿quien es el otro aspirante?.- Dije en un tono frío pues no se me había dicho tal cosa.

-Verás Alexander, un hijo de un noble...Viktor ha pedido la mano de mi hija en matrimonio, ella rechazó pues te prefería a ti. Aunque esto ha sido así el noble padre de Viktor me pidió que organizara un duelo entre ambos pretendientes. Así que bien,¿aceptarás el duelo?.- Dijo Vanir como si no pasase nada.

Di un paso adelante, con orgullo le contesté: 

-Mi señor, prometo que lucharé por la mano de su hija, y no tan solo eso, pues pienso luchar con el mismo fervor contra cualquiera de mis enemigos, ya sea por amenazar a mi familia o los que confían en mi como señor.- Dije con unas palabras donde se notaba que el honor era la prioridad, cosa que alegró a todos los presentes, incluido los viejos generales y amigos del noble Vanir.

Habían pasado casi tres horas, tres largas horas que dediqué a rezar a Cerverus, patrón de los caballeros. El gran portón que había ante mi se abrió dejando que la claridad del sol entrase, pudiendo ver una plaza llena de campesinos que gritaban ansiosos por el duelo. La plaza de justas, lugar donde nobles luchaban, final de muchos hombres justos o tiranos, lugar de muerte. Caminé hasta la zona vallada donde se celebraría el duelo, donde me esperaba Viktor que iba armado con una armadura de mallas de hierro, de una calidad muy inferior a la mía, además de llevar un casco de hierro con visera que cubría hasta la zona nasal. El silencio se hizo cuando llegué a la posición para inicial el duelo, apenas a dos metros de Viktor. Yo llevaba mi escudo de madera donde estaba la heráldica de mi casa noble : Un caballero con un mandoble en posición de guardia era el signo. Como arma llevaba mi fiel espada de acero larga, en cambio mi contrincante llevaba un hacha larga, llena de runas y signos y para defenderse un escudo redondo de madera, típico entre los guerreros nórdicos. Ambos esperamos callados, mirándonos uno al otro hasta que cerré la visera de mi yelmo, negando la visión hacia mi rostro. Unos gritos guturales acompañados del sonido agudo de las gaitas sonó en el lado izquierdo del lugar, lugar donde el caudillo Vanir junto a su esposa se encontraban sentandos, sonrientes y ansiosos. A la izquierda de Vanir pude ver una mujer con el rostro oculto por un velo, supuse que se trataba de la mujer por la que jugaba mi vida. 

-¡Hijos e hijas del norte, hoy tenemos a dos grandes guerreros que portan honor en su corazón, listos para dar su vida por mi hija Rebbeca!.-Dijo el rey entre gritos para que todos los plebeyos lo escuchasen.- ¡Quien salga victorioso no solo obtendrá el amor de mi hija, si no que será el heredero de estas tierras y vuestro Jarl, por lo que hoy demostrarán si son guerreros dignos, que comience la justa!.- Cuanto terminó la frase Viktor y yo nos miramos uno al otro. 

El fue el primero en cargar con su hacha en alto, cuando hizo el golpe descendente fue fácil defenderse de este usando mi escudo y desviando su ataque, por lo que al tener un brazo desviado fue fácil propinarle una patada en su estomago haciendo espacio entre el y yo. Ataqué varias veces con golpes por sus laterales que el dificilmente paraba con su escudo de madera que tras un quinto golpe se partió, haciendo que el cayese. Aunque ahora estaba en el suelo me quedé en posición defensiva, esperando a que el atacase y escuchando como los campesinos murmullaban entre ellos y la esposa del caudillo miraba con desaprobación mi futura victoria. Viktor se levantó de nuevo, tembloroso y fatigado por lo que vagamente me dio un golpe con su hacha, que para su desgracia no solo lo esquivé yendo hacia su lateral, si no que me dio la oportunidad de propinarle un golpe descendente con mi espada cortando la armadura de mallas, carne y hueso por igual decapitandole y dejando su cadáveres ensangrentado en el suelo. Alcé mi espada victorioso de mientras que grito de aprobación y desaprobación salían por igual de entre los campesinos. 

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